Obesidad infantil: ¿Cómo detectarla y prevenirla?
La obesidad infantil crece en nuestro país y alrededor del planeta como una enfermedad que afecta gravemente el día a día y la salud mental de quien la padece. Hablar de niños de 10 años que pesan 90 kilos o más no es extraño, ya que muchos llevan una vida con una actividad física casi nula, comiendo mucha comida chatarra y no tienen interiorizada una adecuada educación alimentaria.
El sobrepeso u obesidad en un niño, dejando de lado problemas endocrinos y metabólicos, parte por la sencilla razón que no ha sido educado en el tema alimentario y que en su entorno familiar no ha habido un control adecuado en cuanto a la calidad de comida que este ingiere a diario. Pero ¿cuándo es el momento en que hay que empezar a preocuparse? Ante todo, la familia debe tener conciencia de lo qué se entiende por peso normal según edad, altura y contextura física; si el sobrepeso se hace algo normal o tienden a ir en aumento sin que se vea un cambio de actitud en el niño es cuando hay que preocuparse y acudir a un especialista para que todos puedan ser guiados dependiendo del caso. También hay que tener ojo sobre el factor de haber un trastorno metabólico, lo que ayuda a un aumento de peso y desorden hormonal en el menor. El diagnóstico para determinar si hay sobrepeso u obesidad es rápido y sencillo, ya que los datos antropométricos (que son peso, talla y perímetros de cintura, cadera, muslo y brazo) son comparados con los establecidos para la población infantil. Ellos son los que marcan la diferencia entre sobrepeso y obesidad dependiendo si el resultado es mayor o menor. Lo importante es detectar esta enfermedad lo antes posible, ya que la obesidad representa un riesgo para la salud tanto inmediata como futura. Las primeras consecuencias que aparecen rápidamente más comunes son problemas familiares, bajas en el autoestima, rechazo por la actividad física y discriminación y rechazo por parte de los compañeros de colegio, seguido por secuelas que pueden terminar en obesidad crónica, problemas de tipo coronario, hipotiroidismo, hipertensión y problemas óseos entre otros.
La obesidad infantil y su tratamiento no sólo afecta al menor y el cambio en su estilo de vida, sino que es un trabajo netamente familiar en donde se produce en cambio desde la forma de cocinar, las horas y el orden de las comidas y el tipo de alimentos que se suelen consumir en el hogar, aunque estos factores a pesar de ser importantísimos no son los únicos que afectan la salud del niño y que deben ser identificados: factores genéticos, socioeconómicos, ambientales y psicológicos hacen una ecuación compleja en el tema de la obesidad. Lo complejo es entender todas las razones que han conllevado a un niño a aumentar de peso; una vez que eso se esclarece, se puede dar el primer paso a que existan cambios alimenticios en el menor.
Enseñar a comer forma parte de la educación de un niño, tarea que no se logra en poco tiempo, sino que es un trabajo diario en donde el ejemplo cumple un papel protagónico.
A continuación algunas causas/consecuencias de por qué un menor puede adquirir una relación distorsionada con la comida.- Algunos padres sobreprotectores alimentan en exceso a sus hijos como forma de demostrarles su amor y consolarlos en sus sentimientos, lo que provoca una idea deformada de la cantidad de alimentos que necesitan.
- La obsesión de los padres por estar continuamente vigilando que comen o dejan de comer sus hijos, siendo excesivamente estrictos en su alimentación puede provocar pueden provocar una rebeldía inconciente en el menor, manteniendo en su adolescencia una alimentación contraria a la que sus padres han intentado involucrarle.
- Utilizar la comida como premio o castigo crea en el menor una asociación entre algunos alimentos y emociones causando sensaciones de placer, ingiriendo comida poco sana para canalizar su malestar.
-Intentar que un menor ingiera la misma cantidad de un adulto en las comidas provoca que no haya una regulación de las señales internas del menor en cuanto a hambre – saciedad.
- La falta de tiempo y la economía puede hacer que muchos padres prefieran alimentos muy energéticos para que sus hijos lleven al colegio, provocando una distorsión en las calorías de la dieta diaria y construyendo malos hábitos alimenticios.
- Padres inactivos que el tiempo que deberían dedicar a moverse lo pasan en el auto o viendo televisión, educa niños sedentarios que no ven ningún beneficio a moverse.